¡Quién supiera escribir!

Don Ramón de Campoamor y Campoosorio editaba en 1846 sus primeras “Doloras”; de la segunda edición es ¡Quién supiera escribir!, un hermoso poema lleno de ternura y sensibilidad. Tras un tono más bien humorístico y ligero, se esconde una seria reflexión sobre la importancia del dominio de la lengua escrita para poder comunicarse con los demás, una necesidad cotidiana de mucha trascendencia. Los versos, en tono humorístico y alegre, definen la paradoja entre la joven que ama y no puede expresarlo en letra escrita y el cura que sí puede escribirlo, pero no lo siente.

Ramón de Campoamor es uno de los más importantes poetas y dramaturgos del Realismo español, antirromántico convencido, practica un realismo discreto y tranquilo. El diálogo chispeante, alegre, lleno de sobreentendidos, guiños y picardías; y su lectura apacible y satisfactoria, convirtieron el poema ¡Quién supiera escribir! en un rotundo éxito, en una de las obras más representadas de nuestra literatura. Acertó, sin duda, el autor en la composición de este poema aparentemente ingenuo, pero más serio y reflexivo de lo que indica su primera lectura.

Ramón de Campoamor, Antonio Cánovas del Castillo —fotógrafo, sobrino del político Restaurador y conocido artísticamente como Kaulak— y José Lázaro Galdiano estuvieron enlazados en vida por la admiración y la amistad, y han llegado hasta el presente unidos a través de una curiosa colección de tarjetas postales para las que posaba el mismo mecenas, Lázaro Galdiano.

Postal de la Colección Cánovas, ¡Quién supiera escribir!

Las fotografías para ¡Quién supiera escribir! gustaron tanto, tras ser expuestas y reproducidas en la prensa, que Cánovas repitió las escenas, con algunos cambios, y las editó en 1901 como tarjetas postales, alcanzando un enorme éxito en España e Hispanoamérica. Las tarjetas comenzaron a circular en 1901, ya en 1904 se habían hecho ciento y una ediciones, y se habían vendido cien mil colecciones de tarjetas, casi un millón de postales. En 1905, P. Dujardin editó en París, con el procedimiento del heliograbado, las diecisiete placas originales.

En ese mismo año, 1901,  José Garnelo que, como recordaba Clementson en la presentación de Magdalena, bebía de las fuentes literarias del realismo y el naturalismo, quiso perpetuar en lienzo una escena del poema. Lo tituló ¡Dios mío, cuántas cosas le diría si supiera escribir! . La obra la expuso junto a Jesús Manantial de Amor (Primera Medalla) en la Exposición Nacional de Bellas Artes del mismo año.

Como era habitual en la época tras una muestra, los pintores continuaban exponiendo sus obras en otros certámenes artísticos, a veces realizaban pequeños retoques estéticos para adaptarlas a los nuevos gustos estilísticos. Así llegó ¡Quién supiera escribir! (Wenn ich nur schreiben könnte!) a la IX Exposición internacional de Bellas Artes de Múnich, en 1905, celebrada en el hoy desaparecido Palacio de Cristal de la capital bávara. 

A comienzos de 1907 la obra aparece en La Ilustración Artística, con un elogioso artículo y un grabado a página completa que reproducimos junto a estas líneas. En 1910, en la Exposición Nacional de Valencia, ¡Quién supiera escribir! es premiada con Medalla de Oro, junto a La salve en la gruta de Lourdes.

Actualmente no conocemos su paradero. Es de vital importancia para el Museo Garnelo, como monográfico del autor, la catalogación de su obra; por lo que, desde estas páginas, agradecemos cualquier información al respecto.

Con el grabado de la Ilustración Artística de fondo, les invitamos a deleitarse en este corto vídeo con las cálidas voces del canal “Poesía Recitada”, de Tomás Galindo.

 

F. R.