En los primeros días de mayo, de 1896, se inauguraba el Salón de París; Garnelo presentaba la obra “La vuelta de Montecarlo”, consiguió “Mención de Honor” e inició una larga estancia en la capital francesa. Las cartas de su padre, don José Ramón Garnelo, fueron siempre alentadoras para el joven pintor, a quien los temas franceses le habían reportado gran éxito desde su “Duelo interrumpido”.
En agosto del mismo año, en su retorno de París a Barcelona, Garnelo visita Lourdes para tomar apuntes y afrontar el gran lienzo en el que tantas esperanzas y halagos había volcado su familia. En las cartas que conservamos, vemos como su padre se ofrece incluso para prepararle los pigmentos necesarios. Don José Ramón, conocedor del gusto y de la paleta de su hijo, le sugiere que compre los colores en bruto en Barcelona y que se los envíe para ser molidos y elaborados en Montilla.
“… aquí nos es fácil hacerlos, como se hizo cuando el Lucano”
“… cuida mucho que el aceite de nueces sea bueno, ya que en ello consiste la excelente condición de los colores preparados”
En breve volverán a Montilla pigmentos que de ella salieron, revitalizados por un selecto grupo de restauradores del Museo del Prado. Vendrán en más de las dos dimensiones de un lienzo, tras un largo trecho en la cuarta, capaces de transportarnos entre la ilusión que emocionaba a los Garnelo, en 1896, y la que hoy generan en la nueva “Familia Garneliana”
El pasado cuatro de mayo, una delegación del Museo Garnelo, encabezada por su presidente y alcalde de Montilla, Rafael Llamas, miembro del Consejo de Dirección; José Antonio Cerezo, Director Honorario; y José María Cabello de Alba, también del Consejo de Dirección y, al igual que su padre, mecenas de la institución; visitó el Taller de Restauración del Museo del Prado, tras recibir la oportuna invitación. El motivo de la visita era comprobar el estado del lienzo, tras su traslado desde la Diputación de Zamora y conocer de primera mano los detalles de la intervención que en los talleres de El Prado, realizarán los restauradores Ana Isabel Ortega y Javier Calvo, a cargo de Lucía Valverde. Javier Barón Thaidigsman, jefe de Conservación de Pintura del Siglo XIX, buen conocedor de Garnelo y alentador de todas nuestras solicitudes, recibió a la delegación montillana. Esta será la tercera obra perteneciente al Museo Nacional del Prado que formará parte de la colección permanente del Museo Garnelo. El plazo estimado para su restauración es de tres meses, tras los cuales ingresará en el museo montillano, como depósito.
Con la llegada de este lienzo de Garnelo a su museo, estimado para comienzos de octubre, se cumple el sueño que acariciaba Manuel Cabello de Alba Moyano quien, con la colaboración de Fidel Romero, iniciaron los primeros trabajosos trámites con nuestra primera institución artística, hace más de veinte años. Habrá que adecuar las salas y variar, parcialmente, el discurso expositivo, que contará ahora con la capilla del antiguo Asilo de los Dolores.