Ayer, 26 de octubre, Miguel Carlos Clementson Lope, director de la Escuela de Arte “Mateo Inurria”, Académico de la R. A. de Bellas Artes de Córdoba y autoridad en la figura de José Garnelo y Alda, pronunció en el Museo Garnelo la conferencia de presentación de la “Obra invitada”, Homenaje a las Repúblicas Americanas y al “Genio de la Raza”.
El acto, presidido por el alcalde de Montilla, Rafael Llamas, contó con una importante asistencia que también tuvo el gusto de atender a la conferencia, La creación de la Guardia Civil en el reinado de Isabel II como nuevo modelo de seguridad pública, ofrecida por don Jesús Narciso Núñez Calvo, Coronel Jefe de la Guardia Civil de Cádiz.
Se cumple así el objetivo de Amigos del Museo Garnelo; las exposiciones de “obras invitadas” pueden ser un excelente pretexto para una “reflexión” cultural, artística o no, que eleve la obra de Garnelo a otra dimensión y que la interrelacione espacial y temporalmente con el complejo mundo que vivió el artista o con nuestras instituciones contemporáneas. En esta ocasión, la muestra es continuadora de la fiesta de “La Hispanidad”, celebrada el 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil.
Homenaje a las Repúblicas Americanas y al “Genio de la Raza” es un magnífico lienzo, de 185×204 cm, propiedad de María Joaquina Alda Garnelo, sobrinanieta del pintor. Se expone orlada por un marco dorado que Garnelo imaginó para ella, tallado en el mismo puede leerse, “EL GENIO DE LA RAZA HISPÁNICA”, en la parte superior, y en la inferior “SVB SOLE SVB UMBRA VIRENS” (florece tanto al sol como a la sombra).
El destino con el que Garnelo concibe esta composición es incierto, es muy probable que la obra que presentamos fuese el preparatorio de un mural, que bien pudiera ubicarse en un pabellón de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, de 1929. También es posible que, inacabada años antes, Garnelo la retocase para la exposición del Círculo de Bellas Artes, en 1934. Cargada de simbolismo y alegorías, la obra encierra un culto mensaje de la paleta garneliana, que Miguel Carlos Clementson interpretó en su magistral presentación en el Museo Garnelo.
“… Los romanos creían que un genio ayudaba a los hombres a lo largo de sus vidas, siendo éste una especie de ángel guardián que velaba por los intereses del protegido, cuidando de su salud y velando por su fertilidad. Tenía forma de figura alada o de hombre que portaba el cuerno de la abundancia —en la representación de Garnelo transmutado en bajel—…”
Clementson nos describe minuciosamente cada uno de los elementos simbólicos; nos habla de la nave Santa María que abraza el “Genio”, que en su vela mayor porta la imagen de la Virgen María; del ancla como representativo de la firmeza, solidez, tranquilidad y fidelidad, como la salvaguarda del marino y de las cadenas como elemento de unión entre pueblos, entre naciones, representación de toda común acción.
El cetro y la corona resplandecen como elementos de poder sobre un ornado cojín, símbolos de mando y solemnidad venida de lo divino. Sobre el pedestal que sustenta estos elementos se despliega el estandarte distintivo del Emperador Carlos V, con el águila bicéfala.
Alude Garnelo a la fundamentación religiosa y jurídica, plasmada mediante libros sobre los que se dispone un sable como personificación del ejército, garante de la permanencia de la institución de gobierno constituida e instaurada, y veladora del ordinario cumplimiento de las leyes concertadas.
Sobre un arcón cubierto con cueros, se asienta un suntuoso tintero de loza, de planta octogonal, en el que figuran depositadas distintas plumas de escritura, una alusión directa al complejo protocolo organizativo y administrativo que hubo de desplegarse en los territorios vírgenes del Nuevo Mundo. Lo que se deposita en el arcón constituye el tesoro de la tradición.
La presencia del globo terráqueo viene a significar la referencia mundial de la hispanidad, su vocación de universalidad. Un yelmo característico de la época imperial se dispone junto a un arcabuz, como directa alusión al papel desempeñado por el ejército español a lo largo de la historia en la defensa de estos amplios territorios, como reconocimiento a la sangre derramada por parte de los hijos de la patria.
En el fondo de la composición se han dispuesto una multitud de figuras femeninas, inquietas y orgullosas portadoras de sus respectivas banderas, que representan los distintos estados constituidos al paso del tiempo en lo que fue aquel imperio español. El gorro frigio que cubre las cabezas de las damas, supone un guiño del pintor a la propia República española, ahora tocaba congratularse con quienes aún eran caballo ganador en 1934, fecha en que se pintó esta obra. Cabe citar entre el grupo de féminas representadas, las que corresponden a las culturas aborígenes precolombinas, que figuran ataviadas con una indumentaria propia y diferenciada, ocupándose de aportar los frutos de la tierra, tal y como en los relieves romanos solía introducirse mediante la disposición de cuernos de abundancia, guirnaldas y festones.
Todo este agitado tropel femenino se dispone sobre una plataforma a la que se accede mediante unos escalones, que alegorizan una progresión hacia el conocimiento a través de las aguas representadas en la base de la composición.
Díptico de la obra