La casa-palacio conocida popularmente como “Casa de las Aguas”, recibe este nombre por estar situados en este recinto los depósitos de agua que servían para el suministro de la ciudad. “Hasta el año 1872 se careció de aguas potables en el interior de la población”, recoge Morte Molina en sus Apuntes, en los que ya aparece una primera mención a un “edificio de la calle San Fernando” que albergaba los depósitos desde donde se distribuía el agua hasta los puntos más alejados de Montilla. El feliz iniciador de estos trabajos y el impulsor del abastecimiento de agua a la población fue el ingeniero militar José María Sánchez Molero, que vino a la ciudad en busca del campus mundensis, en 1864. Vivió en esta casa, junto con su señora, hasta su muerte y luego pasó a propiedad de su sobrino, Ángel Sisternes.
Más tarde, en 1940, la casa fue adquirida por la Condesa de Aguiar, hermana del VII Conde de la Cortina y es objeto de una serie de reformas proyectadas por Aníbal González. De esta época es la amplia escalera que da acceso a la primera planta. Francisco de Alvear y Gómez de la Cortina fue otro ilustre inquilino de esta casa, en la que vive junto a su hermana, hasta su muerte en 1959.
El edificio es una casa palacio “de nobles trazas” y el estilo característico de las casonas señoriales de fines del siglo XIX. Está ordenada en torno a dos núcleos diferenciados que se comunican mediante un jardín. La vivienda se estructura en tres dobles crujías alrededor del patio claustrado, con tres plantas de altura.
Es de destacar el juego de color en el patio, con los pilares de ladrillo visto y las molduras en blanco. En su configuración, responde a la corriente historicista- renacentista de la que tantos ejemplos hay en toda Andalucía.
La casa fue adquirida por el Excmo. Ayuntamiento de Montilla el 17 de abril del año 2000 y, después de las adaptaciones pertinentes, se constituye en punta de lanza de la cultura en Montilla, en un marco como éste, que encierra algunas de las mejores páginas de nuestra ciudad en el siglo pasado.
La planta baja, que cuenta con un amplio jardín, da entrada al Museo Garnelo que ocupa, además, toda la primera planta del edificio. Este espacio incluye dependencias anejas al Museo (sala de audiovisuales, recepción), y también se encuentra aquí la Capilla-Oratorio del antiguo Asilo de Los Dolores, pequeña joya arquitectónica que conserva los primeros frescos que pintó José Garnelo, junto a su hermana Eloísa, en 1886.
El Museo es la cátedra abierta de este montillano de vocación y sede permanente de una obra, al mismo tiempo andaluza y universal. José Garnelo (1866- 1944), el pintor más culto de su época, incansable buscador de nuevos planteamientos estéticos, supo aunar en una síntesis magistral, el clasicismo más depurado con las nuevas tendencias de la vanguardia en aquel apasionante tránsito de los siglos XIX y XX, para legarnos una obra rica y diversa que hoy podemos contemplar en el Museo que Montilla, como preclaro hijo suyo, le dedica.
En feliz simbiosis con las obras de Garnelo, la planta segunda del edificio alberga la Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque en la que se integra un extenso conjunto de treinta mil volúmenes, entre los que se hallan la mejor colección de historias locales de las existentes en España, junto a un buen número de raros ejemplares y joyas bibliográficas, y la Biblioteca del Museo Garnelo, que conserva celosamente la memoria literaria del artista, su correspondencia y un amplio aparato documental para profundizar en su obra.
Con este proyecto, Montilla manifiesta su voluntad de proseguir en ese “renacimiento” que ya desde el siglo XVI, convirtió a esta ciudad en un activo foco intelectual, donde El Inca Garcilaso y Cervantes escriben páginas inmortales, y Martín de Roa y San Juan de Ávila ejercen su sabio y provechoso magisterio.