“Corfú, riente, con sus naranjales y sus casitas blancas, parece un trozo de sierra cordobesa besando las azules y tranquilas aguas de un mar lleno de tradiciones y poesía”
Así describía Garnelo, en 1917, el deslumbrante vergel insular griego, lo hacía desde el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, en un artículo titulado “Cuatro palabras recordando un viaje a Grecia”. Habían pasado seis años desde su primer viaje a la isla, invitado por el conde y acuarelista griego Androutzos, con quién había intimado en Roma.
Corfú fue para Garnelo el Giverny de Monet, la Provenza de Van Gogh, el Tahití de Gauguin o el Cadaqués de Dalí, su gran modelo a “plein air”. Para una personalidad erudita, imbuida de cierta nostalgia romántica y de su gusto por las ruinas, Corfú, y Grecia en general, eran el lugar ideal para plasmar la “belleza” del paisaje, la “verdad” de la luz y la “armonía” del arte helénico, todo ello con la “emoción” de ser testigo y testimonio de muchas excavaciones.
En el Museo Garnelo atesoramos algunos ejemplos de sus “impresiones” en la isla de la ninfa Kérkyra, en forma de pequeñas tablas de pincelada larga y valiente, cargada de color y de materia. El gran lienzo “Olivos y cipreses en Corfú” es una de las obras maestras de su viaje a Grecia; con una paleta diferente a la colorida de las pequeñas tablas, Garnelo se sirve de una naturaleza melancólica para expresar su estado de ánimo, derivado de la reciente muerte de su padre.
Podemos contemplar la obra mientras resuena Gerald Durrell en una de sus apasionadas descripciones de la isla.
“Dejamos atrás… olivares cuyos troncos horadados nos dirigían mil muecas sorprendidas desde su oscura sombra, y listados cañaverales que agitaban sus hojas como una multitud de banderitas verdes”
De “Mi familia y otros animales”. Gerald Durrell.
En estos días, la joya del Mediterráneo, el lugar donde llevaron “sus hados” a Rubén Darío, el paraíso verde de los Durrell, ha sufrido uno de los incendios más voraces de su historia. Algo se nos ha quemado en el corazón del Museo. Garnelo hizo a Corfú más nuestro, comparándolo con la sierra cordobesa y convirtiéndolo en su fecunda inspiración. Desde aquí, nuestro aliento y mejores deseos de recuperación para una isla que forma parte del paisaje de nuestra memoria, de la “memoria garneliana”.
“Mi infancia en Corfú formó mi vida. Si tuviera la magia de Merlín, le daría a cada niño el regalo de mi niñez”
Gerald Durrel